“El hombre
no siempre ha tenido la conciencia que ahora posee; cuando retrocedemos
hasta los tiempos de nuestros primitivos antecesores, nos encontramos
con una conciencia de clase muy diferente. Actualmente el hombre, en su vida de
vigilia, percibe las cosas externas por medio de sus sentidos y se forma idea
sobre ellas. Estas ideas sobre el mundo externo obran en su sangre.
Todo cuando
lo ha impresionado, como resultado de la experiencia sensorial, es,por
consiguiente, activo y vive en su sangre; su memoria está llena de esas
experiencias
de sus sentidos. Sin embargo, por otra parte, el hombre actual no tiene ya la
conciencia de lo que posee en su vida interna corporal como herencia de sus
antecesores. No sabe nada respecto a las formas de sus órganos internos; pero
en los tiempos primitivos sucedía en otra forma. Entonces vivía en su sangre,
no solamente lo que los sentidos habían recibido del mundo externo, sino
también lo que está contenido en la forma corporal; y como esa forma corporal
había sido heredada de sus antecesores, el hombre sentía la vida de éstos
dentro de sí mismo.
Si
meditamos sobre una forma superior de esta conciencia, notaremos como se
expresó esto también en una forma correspondiente de memoria. La persona que
experimenta solamente lo que percibe mediante sus sentidos, recuerda nada mas
que los sucesos relacionados con esas experiencias sensoriales externas. Solo
puede recordar las cosas que haya experimentado así desde su infancia. Pero con
el hombre prehistórico el caso era diferente. Este sentía lo que estaba dentro
de él, y como esta experiencia interna era el resultado de la herencia, pasaba
a través de las experiencias de sus antecesores, por medio de esa facultad
intima. Y recordaba no solamente su propia infancia, sino también las
experiencias de sus antecesores.
Estas vidas
de sus antecesores estaban, en realidad, siempre presentes en las imágenes que
recibía su sangre, porque, por increíble, que parezca para los materialistas
de nuestros días, hubo en un tiempo una forma de conciencia mediante la
cual el hombre consideraba no sólo sus propias percepciones sensoriales
como experiencias propias, sino también las experiencias de sus antecesores.
Y en aquellos tiempos, cuan ellos decían: “He experimentado tal y tal cosa”,
aludían no solamente a lo que les había ocurrido a ellos en persona, sino
también a las experiencias de sus antecesores, pues las recordaban
perfectamente.
Esta
consciencia primitiva era, en verdad, muy confusa y oscura, muy vaga si se la
compara con la conciencia de vigilia del hombre actual. Participaba mas de la
naturaleza de un sueño vivido, pero, por otra parte, abarcaba un estadio mucho
mayor que el de la conciencia actual. El hijo se sentía conectado al padre y al
abuelo, sintiéndose como un solo yo, puesto
que él sentía las experiencias de aquellos como si fueran las propias. Y como
el hombre poseía esta conciencia y vivía
no solamente en su propio mundo personal, sino también en la conciencia de las
generaciones que lo precedieron y que estaba en él mismo, al nombrarse a sí
mismo incluía en ese nombre a todos los que pertenecían a su línea ancestral.
Padre,
hijo, nieto, etc., se designaban por un solo nombre, común a todos ellos, que
pasaba por todos ellos también en una palabra, una persona se sentía simplemente
miembro de de una línea de descendientes sin solución de continuidad. Y esta
sensación era vivida y real.
Investigaremos
ahora cómo se transformó esa forma de conciencia. Se produjo mediante una causa
muy conocida en la historia del ocultismo. Si retrocedemos hacia el pasado,
encontraremos que hay un momento particular que permanece fuera de la historia
de cada nación. Es el momento en el que un pueblo entra en una nueva fase de
civilización, el momento en que deja de tener sus antiguas tradiciones, cuando
cesa de poseer su antigua sabiduría, cuya sabiduría le fuera transmitida, a
través de las sucesivas generaciones, por medio de la sangre. La nación posee,
sin embargo, conciencia de ella y ésta se expresa en sus leyendas.
En los
tiempos primitivos las tribus se mantenían alejadas unas de otras, y los miembros
individuales de la familia se casaban entre sí. Se ha demostrado que esto ha
sido así en todas las razas y con todos los pueblos; y el momento en el que se
rompió ese principio fue de la mayor importancia para la humanidad, cuando
comenzó a introducirse sangre extraña y cuando las relaciones matrimoniales
entre miembros de la misma familia fueron substituidas por casamientos con
extranjeros, dando así lugar a la exogamia. La endogamia preserva a la sangre
de la generación, permite que sea la misma sangre la que fluya en todos los
miembros de la misma familia, durante generaciones enteras. La exogamia inocula
nueva sangre en el hombre y este rompimiento del principio de la tribu, esta
mezcla de sangre que, más o menos pronto, tiene lugar en todos los pueblos,
significa el nacimiento del intelecto.
El punto
importante es que, en los antiguos tiempos, había una vaga clarividencia de
donde han brotado los mitos y las leyendas. Esta clarividencia podría existir
entre las personas de la misma sangre, así como nuestra conciencia actual es le
producto de la mezcla de sangres. El nacimiento del intelecto, de la razón, fue
simultáneo con el advenimiento de la exogamia. Por sorprendente que ello pueda
parecer, es, sin embargo, cierto. Es un hecho que se substanciará mas y mas por
medio de la investigación externa. Y, en realidad, ya se han dado los primeros
pasos en esta dirección.
Pero esta
mezcla de sangre que se produce mediante la exogamia es también la causa de la
muerte de la clarividencia que se poseía en los primitivos días, para que la
humanidad pudiera evolucionar y llegar a un grado superior de desenvolvimiento;
y así como la persona que ha pasado por los estadios del desarrollo
oculto recupera esta clarividencia y la transmuta en una nueva forma así
también nuestra clara conciencia de vigilia actual ha surgido de aquella
confusa y vaga clarividencia que teníamos en la antigüedad.
Actualmente,
todo cuando rodea al hombre está impreso en su sangre; y de ahí que el
alrededor ambiente modele al hombre interno de acuerdo con el mundo externo.
En el caso
del hombre primitivo era aquel que estaba contenido dentro del cuerpo el que se
expresaba más plenamente en la sangre. En esos primitivos tiempos se heredaba el
recuerdo de las experiencias ancestrales y, junto con ellas, las buenas y las
malas tendencias. En la sangre de los descendientes se encontraban las huellas
de las tendencias de los antecesores. Ahora bien; cuando la sangre comenzó a mezclarse
por medio de la exogamia esa estrecha
relación con los antecesores se fue cortando y el hombre comenzó a vivir una
vida propia, personal. Comenzó a regular sus tendencias morales de acuerdo con
lo que experimentaba en su propia vida personal.
De manera,
pues, que en la sangre sin mezcla se expresa el poder de la vida ancestral,
y en la sangre mezclada el poder de la experiencia personal.
Los mitos y
las leyendas nos hablan de estas cosas y dicen: “Lo que tiene poder sobre tu
sangre tiene poder sobre ti”. Este poder tradicional cesó cuando no pudo obrar
más sobre la sangre, porque la última capacidad para responder a dicho poder se
extinguió con la admisión de sangre extranjera. Cualquiera que sea el poder que
desee obtener dominio sobre el hombre debe obrar sobre él de tal manera que su
acción se exprese en su sangre. Por consiguiente, si un poder maligno quisiera
influenciar a un hombre tendría que empezar por influenciar su sangre. Cuando
dos agrupaciones de hombres se ponen en contacto, como sucede en la colonización,
entonces los que están familiarizados con las condiciones de la evolución
pueden predecir si una forma extraña de civilización podrá ser asimilada por
los otros. Tomemos, por ejemplo, un pueblo que sea el producto de su alrededor
ambiente, en cuya sangre se haya asimilado este ambiente, y trátese de imprimir
a ese pueblo una nueva forma de civilización. Esto sería imposible. Por esta
razón ciertos pueblos aborígenes comienzan a decaer tan pronto como los
colonizadores llegan a sus tierras.
Desde este
punto de vista es de donde hay que considerar la cuestión, y la idea deque se
puedan forzar cambios sobre todos dejará de tener partidarios con el tiempo,
porque es inútil pedir a la sangre mas de lo que ésta puede dar.
La ciencia
moderna ha descubierto que si la sangre de un pequeño animal se mezcla con
la de otro de especie diferente, la sangre del uno es fatal para el otro.
Esto lo
conocía el ocultismo desde hace edades enteras. Si se mezcla la sangre de un
ser humano con la de los monos inferiores, el resultado es destructor para la
especie, porque el primero está muy lejos de los segundos. Pero si se mezcla la
sangre de un hombre con la de los monos superiores, no se produce la muerte- El
hombre está constituido en tal forma que cuando la sangre se mezcla con otra
que no le esté muy lejana en la escala evolutiva, nace el intelecto. Por este
medio, la clarividencia original que perteneció al hombre-animal inferior se
destruyó, y una nueva conciencia ocupó su lugar.
De esta
suerte encontramos que, en un estadio superior del desenvolvimiento humano, hay
algo similar a lo que ocurre en un estado inferior del reino animal.
En el
último, la sangre extraña mata a la sangre extraña. En el reino humano la
sangre extraña mata lo que está íntimamente ligado a la sangre de la tribu; la
clarividencia vaga y confusa. Nuestra conciencia de vigilia, corriente, es, por
consiguiente, el resultado de un proceso destructivo. En el decurso de la
evolución, la vida mental producida por la endogamia ha quedado destruida,
pero la exogamia ha dado nacimiento al
intelecto, a la amplia y clara conciencia de vigilia actual.
Aquello que
puede vivir en la sangre del hombre es lo que vive en su ego la
individualidad
de un pueblo puede ser destruida si, al colonizarlo, se exige de su sangre mas
de lo que puede dar de sí, porque en la sangre es donde se expresa el ego. El
hombre posee belleza y verdad solamente cuando su sangre las posee”. (...)
Rudolf
Steiner, El significado de la sangre