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sábado, 31 de diciembre de 2011

El bisonte: el ocaso del coloso de las praderas



Texto y fotos Enciclopedia La Aventura de la Vida. tomo I

En el siglo XVI , cuentan los colonizadores, habia gigantescas manadas de bisontes que ocupaban en aquella lejana época el vasto territorio cubierto de praderas naturales que abarcaba desde las montañas Rocosas, por el oeste, hasta la cadena Allegheny, por el este y desde los 60º de latitud norte (Canadá) hasta los 30º de latitud norte (Texas).

La colosal producción de hierba de la gran pradera permitía que 75 millones de reses, distribuidas en diversos y múltiples rebaños, pasten en aquel ecosistema.

Para el indio el bisonte constituía la base de su vida, pues le proporcionaba todo lo necesario para cubrir sus necesidades materiales, pero era también fundamental en sus creencias,como lo demuestra esta leyenda kiowa:

"En el primer día, el Gran Espíritu plantó sobre las aguas el árbol del gran camino, cuyas ramas tocaban el cielo. Por ese camino envió todo lo que existe y también a un hombre y una mujer kiowas que pasaron el dia recorriendo la pradera. Al volver por la tarde encontraron un bisonte, y el Gran Espíritu les dijo: "Ahí está el bisonte, él os alimentará y os vestirá, pero un día no le veréis más y con su marcha llegará el fin de los kiowas y se pondrá el sol".





Triste final para una hermosa leyenda que el hombre blanco se encargó de convertir en realidad, pues aunque los pieles rojas y una amplia gama de depredadores, tales como osos, lobos y coyotes cazaran algunos bisontes, su efecto sobre la manada era beneficioso, en el sentido de mantener estable su número y eliminar los animales débiles o enfermos. La aparición del colono de origen europeo, con sus instrumentos y sus armas de fuego, cambió por completo la vida de la pradera. El proceso de colonización que en la vieja Europa se llevó a cabo  a lo largo de miles de años, apenas necesitó dos siglos en América del Norte.

La transformación efectuada en la fisonomía del terreno fue tan drástica y tan intensa la presión directa del hombre que determinaron la extinción total, entre otros casos, de la paloma migradora americana y el lobo de Florida y pusieron en inminente peligro de desaparición a otras muchas especies.

La matanza fue brutal y podemos seguirla paso a paso gracias a la abundancia de datos que se conservan de aquel período. Ya en 1799 se aniquiló la última manada de Pensilvania. Poco después en 1820 y 1840, se organizaron expediciones al norte del Mississippi de hasta 1100 carros, que a una media superior a las 30.000 cabezas anuales, consiguieron eliminar los 650.000 bisontes que quedaban en aquella zona, con lo que se extinguió definitivamente la población oriental de la especie.



La parte más desagradable de la historia empieza con la construcción de los ferrocarriles. El Kansas Pacific contrató a un cazador llamado William F. Cody para que suministrara diariamente diez o doce cuartos traseros de bisonte a los trabajadores. Cody, con el seudónimo de Buffallo Bill, se hizo famoso por su pericia en la caza y por los concursos que organizaba para ver si alguien era capaz de matar más bóvidos que él en un solo dia. 




En la construcción de la Union Pacific-que al atravesar el continente americano unió por primera vez, en 1865, el océano Atlántico con el Pacífico- se siguió en parte la huella de los viejos senderos utilizados a lo largo de los siglos por los bisontes. La compañía citada publicó folletos para animar a los viajeros, en los que ofrecía la posibilidad de cazar aquellos animales sin necesidad de moverse del asiento. Los grabados de la época nos muestran trenes de vapor avanzando lentamente por las praderas mientras cientos de hombres y niños disparan incansables desde las ventanas.

Los cuerpos de los bisontes muertos iban quedando abandonados a lo largo de la línea férrea. A los pocos días, miles de cadáveres se pudrían al sol ante la indiferencia del hombre blanco y la impotencia del piel roja que veía acercarse el fantasma del hambre.


Casi de inmediato, las grandes manadas de búfalos quedaron divididas por el ferrocarril en dos grupos separados por una amplia franja en la que no quedaba ni un solo ejemplar vivo. El rebaño del sur perdió  anualmente dos millones y medio de sus efectivos hasta quedar aniquilado por completo en 1875,  mientras que la construcción del Northern Pacific,supuso, en la década siguiente, el fin de los bisontes del norte. A partir de entonces no quedaron sino pequeños grupos aislados repartidos en zonas de difícil acceso.

La extinción del bisonte fue en parte la causa directa de la desaparición del perrillo de las praderas y que la ausencia de este roedor originó a su vez una grave disminución en el número de sus depredadores. Asimismo, debido a este proceso, cambió la fisonomía del paisaje, con la aparición de plagas vegetales que ni los colonizadores ni su ganado estaban capacitados para eliminar.




Por último,la desaparición de los bisontes constituyó un desastre para los pieles rojas, que veían perderse  irreversiblemente su fuente de alimento. Algunos jefes indios declaraban con tono desesperado: "El búfalo se ha ido y pronto me iré yo". o "¿Acaso se ha vuelto tan pueril el hombre blanco como para matarlo sin comérselo?"

Incluso autoridades tan influyentes como el general Sheridan se negaron a que se tomara cualquier tipo de medida destinada a la protección del gran bóvido salvaje y así, en la década de 1880 se mató el último bisonte que sobrevivía en Kansas y se aniquiló la última gran manada libre de los Estados Unidos.

A comienzos del siglo XX el panorama era desolador: de aquellas enormes masas de bisontes que cubrian el continente americano, apenas quedaban en libertad 85 ejemplares en Estados Unidos y medio millar en Canadá, a los que había que añadir unos pocos repartidos por diversos parques zoológicos y un pequeño grupo relativamente a salvo en el parque de Yellowstone. Por fortuna, el gobierno destina entonces 50.000 dólares para proteger al rebaño de este parque nacional, y es a partir de ese momento cuando empieza a amanecer en la larga noche de búfalo. 




Más tarde- en 1905- se crea la Sociedad Americana del Bisonte, con el presidente Rooselvelt entre sus miembros fundadores. Los esfuerzos de la sociedad dirigidos a reintroducir pequeñas manadas en reservas protegidas tuvieron éxito y dieron lugar a la salvación de los pocos ejemplares vivos. Medidas similares tomó también el gobierno de Canadá.




Reseña final
Mirando al joven ejemplar del bisonte se puede afirmar que su espíritu, ligado al destino del nativo norteamericano, prevalecerá.
En pleno siglo XX1, debemos agradecer a aquellas personas que en su momento lucharon por salvar al bisonte americano, gracias a ellos aún podemos admirar su dignidad y pureza.
Similar destino que recuerda el destino sufrido por las vicuñas en el altiplano andino.
El bisonte no nos ha querido dejar, ha decidido acompañarnos.
Queridos amigos, en nuestras travesías contamos con muchos compañeros fieles, el bisonte, indudablemente, es uno de ellos. Gracias.

1 comentario:

clantipi dijo...

Es un atropello mas a los seres vivos que comparten el planeta con nosotros,no es exclusiva de EEUU el depredar su entorno y modificarlo si es necesario es exclusiva del ser humano.

En europa las grandes manadas de bisontes en las taigas y bosques del este desaparecieron con la implantacion del ser humano como dominante y las sobre poblaciones que obligaron a las grandes migraciones al resto de europa y al continente americano a traves del estrecho helado que une los dos continentes