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sábado, 28 de enero de 2012

El origen de las montañas rocosas, una leyenda.



La siguiente leyenda canadiense ha sido extraída del libro Leyendas Universales, tomo I de Alberto Briceño Polo.1998



EL ORIGEN DE LAS MONTAÑAS ROCOSAS


Las grandes montañas han dado siempre lugar a narraciones que en el fondo encierran viejos mitos, que pretendieron explicar su origen.
Según un relato indígena en lengua athapaska, Nabacha era uno de los hombres mayores de la tierra. Su cabaña estaba forrada con la piel de los trescientos caribúes de la mayor talla que pudo hallar en las vastas llanuras del Norte. Su comida consistía en un alce entero o cincuenta perdices.
Este gigante fero era famoso por sus expediciones guerreras: por el norte había llegado hasta el río Mackenzie para luchar con los hombres de las nieves (los esquimales); al este, hasta el Gran Lago de los Esclavos; cruzó las praderas del sur y venció a los Cri. Sólo desconocía... (Hacer click abajo en leer más para seguir leyendo el artículo)
el Occidente, porque allí vivía un hombre mayor que él.

Nabacha era cruel con un niño del pueblo cri, que trabajo prisionero de sus correrías. Se llamaba Ithenhiela, estaba solo en el mundo y nadie podría ayudarle, ecepto un gran amigo que vivía en la cabaña del ogro. Era Hottah, el alce más apuesto y veloz de aquellas tierras. Este concibió un plan para salvar a su amiguito. Consistía en huir hasta el gran Rio de Occidente (el Yucón) y ponerse bajo la protección de Nabasbi, el gigante bueno que era mayor que Nabacha. Una noche se acercó el alce a Ithenhiela y le dijo al oído: toma un saquito de tierra, una piedra y una rama de árbol; monta en mi grupa y yo te salvaré.
 Así lo hicieron, y cuando Nabacha quiso seguirles, estaba muy lejos. El gigante montó en su caribú y se acercó a ellos. El muchacho esparció entonces el saco de tierra, y al caer ésta, surgieron verdes colinas. Esto retrasó el avance de Nabacha, y pudieron comer las frutas y las hierbas de sus valles. Siguieron corriendo y cuando el ogro volvió a estar cerca, Ithenhiela tiró la piedra. Se oyó un ruido sordo, como el de un trueno prolongado, y la tierra se abrió para dar paso a unas colosales y bellísimas montañas (Las Montañas Rocosas); sus rocas colosales, cubiertas de nieve, volvieron a retrasar al perseguidor. Cuando estuvo otra vez cerca, el niño agitó en el aire la rama, y tras ellos se interpuso una selva espesísima. El gigante tuvo que bajar de su cabalgadura y abrirse paso arrancando árboles. Cuando cruzaron a la otra orilla del Yukón, el malvado gritó a Hottah: "¡Vuelve y pásame el río, te prometo que no haré daño a Ithenhiela!"
Obedecióle el animal pero cuando estuvieron en el medio de la corriente lo arrojó al agua. Entre sus remolinos pereció el infame Nabacha, Hottah el alce se despidió de su amigo: "Baja por la orilla del río hasta que encuentres una cabaña enorme, es la de Nabasbi. Es bueno, pónte bajo su protección. Yo debo volver a nuestro país".
Así lo hizo el niño. Cuando le vio el gigante, le preguntó:
- ¿Quién eres y de dónde vienes?
- Gran Jefe- contestó el niño-, me llamo Ithenhiela, soy huérfano y Hottah el alce me ha salvado del infame Nabacha para ponerme bajo tu protección.

-Ithenhiela- contestó el gigante Nabasbi- hacía tiempo que te esperaba. Quédate una semana conmigo, pero después marcharás hacia las tierras del oeste.

Cuando llegó el día le dio arcos y flechas, advirtiéndole que si disparaba una contra un árbol y se clavaba en el tronco no debía arrancarla. Se despidió Ithenhiela y empezó a caminar. Pronto oyó un pájaro que cantaba en un árbol. Le arrojó una flecha, que se clavó en el tronco; desobedeció y quiso recuperarla pero cuanto más tiraba de la flecha, más salía del tronco. El muchacho se fue elevando en el aire, llegó a la bóveda celeste, la atravesó y se encontró en el país del cielo.
Él se lo imaginaba como una pradera siempre verde y cálida, con caza abundante y bellas cabañas habitadas por los antepasados de sus tribus. Pero halló una llanura fría y gris,desierta, con una cosa blanca que brillaba en el horizonte y un camino que conducía hasta ella. Caminó y encontró una anciana. Le dijo quién era y le preguntó por el objeto brillante. Ella le dijo:

- Te esperábamos hace tiempo en el cielo, Ithenhiela. Aquello es la cabaña de Hatempka (dios indio canadiense); vive triste porque dos viejas malditas y ciegas le robaron su cinturón mágico. Nadie consigue recuperarlo, y mientras, el cielo está desolado.Quien lo consiga tendrá por esposa a la hija de Hatempka, la bella Etanda.

Nuestro héroe fue a la cabaña de las viejas que le recibieron muy bien. En las paredes estaban colgados el cinturón de Hatempka y los cráneos de quienes intentaron recuperarlo.

- Avísanos cuando te marches -le advirtieron ellas- queremos despedirte.

Así lo hizo Ithenhiela, y observó que las brujas se colocaban una a cada lado de la puerta, con un largo cuchillo escondido. Entonces agarró el cinturón mágico, y de una patada empujó hacia la puerta un saco lleno de plumas. Como eran ciegas creyeron que se trataba del visitante y lo acuchillaron. Las armas pasaron fácilmente a través de las plumas y ambas murieron.
Cuando llegó a la cabaña de Hatempka gritó

-¡Gran jefe, alégrate, te traigo tu cinturón mágico!
- Oh, que contento estoy. - Respondió él- Has salvado a mi pueblo y el Sol volverá a brillar.

El cielo, se transformó de pronto en un paraíso, Ithenhiela desposó a la bellísima hija de Hatempka, y los dos se quedaron en la cabaña del padre. Allí debe vivir aun feliz el muchacho valiente junto a su adorada Etanda.


Leyenda canadiense

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